PERSECUCIÓN


La patrulla nos perseguía a toda velocidad. Y nosotros nos reímos nerviosamente y fumábamos cigarrillos. Por el espejo retrovisor podía ver el rostro del único policía dentro del vehiculo. El rostro del chofer tenía todos los tintes de avaricia y las manchas de la codicia. Sospecho que por las mismas razones no reportó la persecución. Quizá sabía de lo que estaban repletos los maletines que llevábamos en la cajuela. Y mi chica apuntaba con su M16 y se apoyaba, en parte, en el asiento en que íbamos sentados. Y me preocupé un poco porque sabía que una vez que empezaran las detonaciones el cristal trasero de nuestro vehiculo se destrozaría mandado miles de astillas de vidrio por doquier. También sabía que Rosa contaba con el mejor entrenamiento militar y que no iba a sacar la mitad de su cuerpo por la ventana de su puerta para empezar a disparar.
─ Espera. Pronuncié.
─ ¿Por qué?
─ Porque no quiero que les des en la madre a mis tímpanos.
─ Te dije que me dejaras manejar.
─ ¿Estás loca?
─ No estoy loca, tu sigue manejando y yo me encargo del chota.
─ No, espera si nos detenemos te puedes bajar del carro y te arreglas con él.
─ No, es demasiado tarde, ya me vio apuntando.
─ Bueno por lo menos déjame bajar las ventanas para reducir el….
¡Pop pop pop pop pop pop pop pop pop pop!
El sonido del .223 invadió el interior del vehiculo, el de nosotros y el del policía también, pero a diferencia de nuestros efectos auditivos, el agente ha de haber escuchado algo similar a un golpeteo metálico antes de partir hacia el más allá. Por mi retrovisor podía ver nuestra ventana desecha y también la patrulla llena de hoyos, detenida en medio de la carretera, quedándose atrás a consecuencia de nuestra velocidad. La del carro y la de Rosa.
─ ¿Éxito? Indagué.
─ Sí.
─ ¿No más chota?
─ No.
─ ¿Segura?
─ Sí, lo convertí en una botella. En un rocío muy colorado.