Saturday, June 28, 2003

A pesar de que a veces se me acaban las palabras, veo alrededor las esperanzas de comunicación. Los momentos de quietud están llenos de tales mensajes. La ingenuidad de las sonrisas juguetonas es otro eslabón más de confianza.

Las circunstancias caen como clavos sueltos sobre el pavimento. En donde se ponchan los zapatos de los más pesados. Pero si uno camina despacito, tomando en cuenta el camino, no ocurren daños. Esos obstáculos filosos se convierten en cualquier otra cosa. Los riesgos disminuyen. Ya no son clavos sobre la calle. Ahora son hormigas trabajadoras a un lado de la senda.

No vale la pena evitar la lectura. Las presencias de las personas son códigos descifrados. Aquí hay más corazón. Muy diferente a la carretera que sube hasta Alaska. Aunque aquí no todo es rápido, hay más cosas que poner sobre la mesa. El sentimiento de certeza es belleza. Es el barómetro de la vida. El instrumento con que avanzamos hacia el conocimiento del amor.

EL FIN DEL MUNDO


El fin del mundo empezó cuando cumplí 33 años. Se murió lo que tanto trabajo me costó. Vendí mi casa y di la espalda al imperio. Ahora, en una esquina del tercer mundo, reviso el horizonte. Espero los instantes que producen memorias. Cuando los veo los cazo. Los hago míos. Como si se tratara de alimentos para mi familia. Como si fueran medicina para mis hijos.

Las mañanas tienen otro significado. Son más como de día y menos como las pesadillas. Inhalo para sentirme cercas de Dios. Exhalo para expulsar al diablo. El peregrinaje no fue complicado. Decidimos seguir el sol. Emprendimos hacia el sur atravesando estados hasta que cruzamos la frontera. La carretera ha envejecido como todas las cosas. Pero las intuiciones son las mismas de siempre. Aquí los ojos de las personas relatan historias intensas. En ellos encuentro vida y esa iluminación de la esperanza.

Las cosas han sido más fáciles desde que entendí que las personas son buenas antes que cualquier otra cosa. Como prueba de esto puedo atestiguar que cuando estábamos llenando los vehículos de gasolina, en una de las muchas gasolineras del interestatal 5. Sí, ésas que chupan la vida del planeta, motoristas curiosos fotografiaron a mis perros. Los perros viajaban en su propio vehículo. Amigo- Toro iba sentado al volante y Rosa, la perra, iba sentada en al asiento del pasajero del VW bus 1969. Éste era remolcado por el camión que llevaba todas nuestras pertenencias. Gente extraña con cámaras apuntándoles a los perros.

En otra ocasión, cuando paramos en un Mcdonalds para hacer del baño, (prefiero esos lugares para hacer del baño que para comer) unas chicas que estaban en el estacionamiento sacaron agua de su auto para los perros. Su ternura era evidente. A veces las buenas obras limpian las multitudes de nuestros errores.

La amistad rompe las cadenas de la ansiedad. Bajo esta metáfora llagamos a México. Inmediatamente percibí que este es un país de poetas. Es un lugar en donde existe el tiempo.