Monday, October 25, 2004

CUANDO EL MAR SE SALIÓ


No era cierto que la Baja California se hundiría en el pacifico. El maremoto sólo destruyó un poco menos de dos millas tierra adentro. Sí hubo pánico, pero no fue nada del otro mundo, muertos los hay todos los días.

El viejo que todos tiraban a loco, ése al que nunca le negué mi amistad, tenía provisiones almacenadas en el sótano de su casa; estaban muy bien escondidas. Había alimentos enlatados, antibióticos, analgésicos y muchas otras medicinas, cientos de envases de refrescos, dos litros, con agua; el viejo duró años coleccionándolos y llenándolos con agua y un chorrito de cloro para evitar que surgieran bacterias. Tenía armas y municiones. Tanques desechables de gas propano, calentones del mismo combustible. También modificó una maquina para cortar pasto; la convirtió en un generador de electricidad. Y lo que tenía de más: una gran variación de licores y tabacos, siempre me dijo que estos valdrían más que el oro en tiempo de catástrofes.

El viejo murió tres semanas después y me quedé con todo. Me hice rico. Evité las ciudades porque los policías empezaron asaltar gente, las provisiones que no tenían las conseguían con la ayuda de sus pistolas. Yo me que quedé en esa casa, que antes estaba en el cerro pero quedó enfrente de la nueva playa. Por fuera parecía que estaba abandonada. Dentro de esa casa estuvo mi reinado. Tuve las mejores atenciones médicas (de hecho me convertí en le proveedor de medicamentos para doctores) en ocasiones tuve problemas con adictos en busca de morfina, sólo ocurrió en dos ocasiones. La primera vez descargué la escopeta hacia el cielo, la segunda llené de hoyos el lado izquierdo de una suburban. En ese tiempo tuve los mejores amores de mi vida.

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