Sunday, January 25, 2004

EN LA PUERTA DE MI CASA

Oprimí el gatillo, siempre hay que oprimir y nunca jalar, si se jala la puntería es menos certera. Esperé el estruendo que regularmente pone en mis oídos un campaneo, sólo escuché un clic, ningún contra impacto. El cañón no escupió flamas

Los tres desconocidos me miraron con sonrisas que disciernen. El de la uzi tenía ojos azules, el de la escopeta era chicano, el de la nueve milímetros parecía ex policía municipal.

Les apuntaba con mi Glock 30 calibre 45 y ellos estaban más sonrientes que nunca. Como si en vez de balas, recibieron impactos de serenidad. Todos ellos con caras de ángeles. Quizá espíritus de victimas de bandoleros. No me dispararon. Con sus ojos me dieron incontables abrazos. Caminé hacia el otro lado de la ciudad.

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