La saturación de los medios con la guerra hizo que huyera de la ciudad y pasara parte del fin de semana en un monasterio que está en el bosque.
El monasterio es uno de mis escondites cuando las preocupaciones de la vida son abrumadoras. Las bajas de soldados con apellidos hispanos laceran mi mente. Las imágenes de niños iraquíes muertos o lesionados son insoportables.
A veces pienso que sería mejor convertirme en un insensible. No estaría afectado por estás circunstancias. Pero la dureza del corazón humano es una enfermedad del alma.
El silencio y la quietud que empapan el monasterio son terapéuticos para mí. Es como una cascada fresca que apaga las llamas de la enajenación del mundo.
Sunday, March 30, 2003
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