CENTRO MEDICO UCSD
Cuando terminó la cirugía estuve en la sala de recuperación. La enfermera me preguntó:
-¿Eres fornido, apenas te queda la bata. ¿Levantas pesas? -lo dijo en tono juguetón.
-No, lo que pasa es que estoy gordo- contesté con una garganta débil a razón del tubo de respiración que me insertaron en el quirófano.
-No digas eso- exclamó para darme ánimos.
-Tengo nauseas- le dije tratando de contener el vomito que quería escaparse por mi boca. Se apresuró a lado de mi cama e inyectó un medicamento en el suero intravenoso.
-Esto te hará sentir mejor- dijo con una voz fraternal.
Las nauseas se extinguieron poco a poco. Se perdieron como si hubieran naufragado. Me quedé dormido.
El cuarto parecía hotel de lujo. Enfrente de mí, en la pared, estaba montada una televisión que trasmitía canales de cable. Las enfermeras eran simpáticas mujeres y me tenían bien abastecido con morfina. Las cortinas se acercaban a mi cama pero nunca llegaban. El techo se movía lentamente pero nunca dejaba su posición.
No me enteré cuando pusieron un Nativo Americano en la cama que está aun lado. Era de alrededor de 50 años y sufrió una amputación de su pie izquierdo a causa de diabetes. Su sentido del humor me sorprendió, era demasiado bueno para una persona que acababa de perder un pie. Me cayó bien desde el principio.
-Hermano, cuando te pregunten en qué número está la intensidad de tu dolor, diles que en el 7. Lo que pasa es que usan una escala de 1-10, entonces sí les dices que tu dolor está en el nivel 7 te darán más morfina- dijo en tono de solidaridad.
-Gracias, lo haré- contesté mientras veía algo en la televisión acerca del El Terminator como gobernador.
Thursday, October 09, 2003
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